viernes, 24 de octubre de 2014

La cultura Caral

                                                           La cultura Caral  

Una de las primeras señales que los arqueólogos identifican a la hora de establecer el grado de civilización de una antigua cultura y que apareja en el más literal de los sentidos la expresión de “progreso”, es la presencia de restos de cerámica entre los antiguos yacimientos. La ausencia de ésta, es un claro indicador de que el asentamiento en estudio, es una sociedad primitiva y con un nivel de complejidad  muy escaso. La cerámica, que proviene del griego “keramos” (arcilla), nació oficialmente entre el paleolítico y el neolítico, y vino a significar la introducción de importantes cambios en la vida y la organización social de las primeras sociedades humanas. El almacenamiento de grano durante más tiempo, la cocción de alimentos que cambiaron los hábitos alimentarios y la facilidad para la expresividad artística a la cual la arcilla se prestaba, transformaron en parte la organización social que dieron muchas de las condiciones para el gran desarrollo que se dio posteriormente en el neolítico.
Este fue el caso de antiguas civilizaciones como la “sumeria” en Mesopotámia, iniciada en torno al año 3.500  a. de C., la egipcia a orillas del Río Nilo sobre el año 3.150 a. de C.,  la del Valle del Indo en el 2.500 a. de C., la “xia” en China en el 2.100 a. de C., o la “olmeca” en Mesoamérica, sobre el 1.500 a. de C. En todas ellas, la aparición de la cerámica aún en su estado más arcaico, en la cual aún no se conocían los hornos y el fuego se hacía a ras del suelo, catapultó  el progreso y el desarrollo de las mismas. ¿Pudo entonces existir una antigua civilización que alcanzase altos niveles de sofisticación y desarrollo que no hiciera uso de cerámica alguna?

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